viernes, 15 de febrero de 2019

Me paró la municipal



Eran las dos de la mañana. Regresando del gabacho, nomás rebasas Aduanas, está una calle oculta por la curvatura, del lado izquierdo, que conduce a la Colonia Federal. Con frecuencia está ahí a esas horas una patrulla de la municipal, por si acaso. Esta vez estaban dos. Me alcanzaron a la altura del CECUT y me marcaron el alto. Ya me pasé a la lateral y paré la marcha de mi viejo y confiable Ford Ranger 1997. Este pick-up está levantado de la suspensión y es bueno pa'andar en las aguas como las que han llovido últimamente. No me gusta que llueva porque luego tengo que subirme al techo a barrer l'agua. Y como NO soy agricultor, pues las sequías me valen madre. De hecho las celebro. A mí la lluvia no me acarrea más que problemas. Perdonen eso de "de hecho" que ya sé, es sólo una muleta lingüística, pero okey. Sigamos. O seguiré yo solito, porque nomás soy yo el que está aquí.

DONDE PUTASMADRES DEJÉ MI CABALLITO TEQUILERO?! creo que lo dejé sobre el librero. O tal vez en las racas de los cartuchos VHS... ya ves que a mí me gusta lo antiguo. Las circunstancias me jalan dentro del Siglo XXI a regañadientes y en reversa. No sé qué es la tal memoria USB y no quiero saberlo. Por dar un ejemplo.

Pues me pararon AMBAS patrullas. Y ya se acercaron dos chotas uno por un lado y otro por el otro, como suelen.

"Qué pasó?" dije.

"Licencia, por favor"

"Por qué, que hice mal? vengo bien"

"Vienes cansado? vas manejando mal"

"Si vas a decir que vengo tomado, te diré que yo NO tomo. No puedo tomar, porque soy diabético"

"Nunca dije que vinieras tomado, pero vienes manejando mal"

"Mal, cómo?!"  aquí ya me estaba empezando a enchilar.

"De donde vienes?"

"Del jale. Manejo un taxi en San Diego"

"A dónde vas?"  mira mi licencia con detenimiento.

"A mi casa. Allá por la Ermita"

"De qué parte del D.F. eres?"

"Nunca dije que era del D.F. Nací acá por la Calle Tercera, en el Sanatorio Balcázar", apuntando con el índice derecho hacia el Poniente con cara de enojo.

Este policía era treintañero, con penetrantes ojos oscuros, piel morena, esbelto, no mal parecido en cierta forma.. deste...gandalla, hijoputa. Digo, por la mirada torva que me empezó a dedicar nomás al darse cuenta que yo se las estaba devolviendo igual.

"Viene cansado, enfadado?" Aquí ya se pasó al 'usted'.

"Repito. Vengo del jale. Ha sido un día largo" Le miro directamente a los ojos con una mirada igualmente penetrante y llena de indignación, además.

El policía se empezó a poner truculento. Truculento significa "cruel", o "atroz". Bueno, no tanto así. Digamos que se empezó a pone altisonante. Alterado.

"SON USTEDES LOS QUE NOS TRATAN MAL A NOSOTROS! USTEDES USTEDES LOS AUTOMOVILISTAS USTEDES USTEDES SON!!!"  algo así, me pareció que dijo. Yo ya no dije nada.

"Tome. Aqui esta su licencia, y váyase, que dios lo bendiga. Ya no quiero estar recibiendo sus malas vibras".

Con eso, se regresó a su patrulla. Era sinaloense y andaba bien crico, el cabrón. Y todavía tuvo la desfachatez de bendecirme, como si fuera el pinchi Papa... yo arranqué hacia el Oriente por la así llamada Vía Rapida Poniente, que ni es rápida, ni va hacia el Poniente. Creo que esos chotas estaban ahi parados cerca de La Línea a la caza de algún turista o emigrado despistado, que les resultara presa fácil para una extorsión.

Llegando a la casa me serví dos o cuatro tequilas, para borrarme el feo sabor de boca. Ahora creo que me voy a liar un frajo de tabaco en greña.

Una vez levanté en mi taxi a dos muchachos canadienses de un hotel en San Ysidro y los llevé al centro de San Diego. Me contaron que ese mismo día habían cruzado la frontera en su auto alquilado, y que en el primer semáforo de Tijuana los pararon unos policías, quienes los amenazaron con arrestarlos, y a los cuales les tuvieron que dar doscientos dólares para que los dejaran ir. Que se dieron la vuelta y se regresaron a Estados Unidos. Dijeron que nunca regresarían a México.



















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