viernes, 22 de marzo de 2013

JOY DIVISION

Acabo de leer el libro Unknown Pleasures, de Peter Hook. Este señor fue el bajista de la banda Joy Division, que dejó de existir la primavera de 1980 con el suicidio de su cantante Ian Curtis. Es un libro de muy amena lectura, lleno de anécdotas sobre la vida del grupo; los ensayos en almacenes lóbregos y helados, las bromas que se jugaban con otros grupos cuando en alguna gira, etc.

Cuenta Hook que en cierta ocasión les tocó abrir de teloneros el concierto en Manchester de Johnny Thunders, quien había sido un personaje mítico para los miembros de Joy Division por haber pertenecido a la banda The New Yor Dolls... pues oh!, desilusión:  Cuando llegaron al lugar del concierto a media tarde, encontraron a Johnny T.  y a sus músicos desparramados por las butacas casi en estado de coma. Eran todos heroinómanos.

Hasta los "secres" de Johnny, cuando subieron a conectar aparatos y guitarras, parecían "fantasmas punk, moviéndose en cámara lenta".  Cuando los de Joy Division estaban  emocionados y galvanizados por el nuevo movimiento PUNK, cambiando al mundo y derribando íconos, a su ídolo J. Thunders. se le dificultaba mantenerse despierto. Ni hablar de cambiar al mundo ni de derribar íconos. No mejoró gran cosa cuando se subió a cantar su éxito "Chinese Rocks".

Un día de Mayo de 1980, llegó la esposa de Ian Curtis a su casa y encontró a Ian muerto, de rodillas en el piso, con la cuerda del tendedero al pescuezo. Un vecino lo había descolgado. El matrimonio estaba tronando; ella había comenzado los trámites de divorcio porque Ian ni asistía ni contribuía y estaba siempre ausente en alguna gira, y cuando llegaba, llegaba sin un quinto, porque al grupo les pagaban muy poquito. Y  la doña trabajando, madre de la hijita de Ian, batallando para pagar el recibo de la luz, y para alimentarse ella, a su hija, y al perro de Ian. Finalmente tuvo que regalar al perrito.

Para acabarla, Ian Curtis mantenía una relación, aunque plátonica y a distancia, con una chava de Bruselas admiradora de JD y editora de un pasquín punk. Platónica porque los medicamentos que tomaba Ian para su epilepsia le impedían consumar el acto sexual y a distancia por razones obvias. Estuvieron juntos en Londres un par de semanas, cuando Joy Division grababan su segundo disco. Luego se vieron fugazmente aquí y allá. Dice Peter Hook que estaba muy bien hecha, esa mujer.

La epilepsia de Ian se dió cuando JD empezaron a dar conciertos. El trajín, las desveladas, y los atacones de sustancias, además las luces parpadeantes de los escenarios, fue lo que indujeron la enfermedad. Un momento estaba frente al micrófono, y al siguiente momento empezaba a bailotear como pollo descabezado, aventando sus extremidades aquí y allá, para a continuación brincar hacia atrás y darse en la nuca contra los tambores del baterista. Al principio todos pensaron que era parte del "show", pero no. Luego ya hubo que abrirle la boca y agarrarle de la lengua para que no se ahogara. Eso fue empeorando al grado que hacia el final sucedía cada vez que se presentaban.

Hay que mencionar la importancia de Martin Hannett, el productor de grabaciones, y responsable del singular sonido claustrofóbico que tan bien adorna y realza las vocalizaciones taciturnas del señor Curtis. Esos discos suenan como si los hubieran grabado dentro de una fábrica de rines. Con 'la muerte', los discos empezaron a venderse como pan caliente y finalmente la viuda de Curtis pudo mantenerse decorosamente. Creo que puso un salón de belleza.

Los sobrevivientes de la banda no perdieron tiempo en cambiarse de nombre y seguir trabajando. Bajo el rubro de "New Order" alcanzaron un éxito insospechado, y colorín colorado, este cuento se ha acabado.














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