Nop. Tijuana, verano de 1972. El joven Miguel Muzquiz tiene 17 años y ha pasado los primeros seis meses del año reprobando todas las materias del primero de preparatoria en el Internado Militarizado De Hermosillo, que era a donde los padres mas o menos pudientes de Baja California, Sonora y Sinaloa mandaban a sus "hijos problema" como último recurso.
Que de nada sirvió, porque allí nos re-encontramos con viejos compañeros de loquera y conocimos a otros nuevos, además. El internado estaba a diez kilómetros al norte de la mancha urbana Hermosillense, en pleno desierto, cercano al villorrio de San Pedro y en el entronque de las carreteras a Caborca y a Ures.
Pero qué loquerones nos pusimos ahi! ácidos, mota, coca y lo que hubiere. Sin estar en Caballería, yo y otros sacábamos los caballos de la caballeriza y nos íbamos desierto adentro a grifear cuando los jefes no estaban. En la radio del dormitorio se escuchaban los últimos éxitos ( Rolling Stones Tumblin Dice, John Lennon Woman Is The Nigger Of The World, y Paul McCartney Give Ireland Back To The Irish ).
Aún hoy, cada vez que oigo Tumblin Dice me acuerdo de esa época. En una ocasión, regresando de las vacaciones de Semana Santa, yo y el Poncho Carrillo, hijo del dueño de las ferreterías Macons, rentamos un cuarto en un hotel del centro de Hermosillo cuyo nombre olvido. Me acuerdo que estaba frente a un parquecito. Sabíamos que había prostitutas allí, así que marqué recepción para preguntar, y me dieron el número de cuarto donde estaban unas chavas que trabajaban la cama...
Fumamos mota el Carrillo y yo, y luego le pedí que por favor se borrara un rato porque le iba llamar a una de las putitas. Llegó una muchacha morena clara, esbelta, pelo negro corto, cara bonita, de menos de 25 años. Se acababa de bañar y nomás de recordarla me llega una sonrisa a los labios. No hombre, qué distinta a las putas de Tijuana que había conocido antes!
Iba a entrar en detalles, pero es mas elegante dejarlo así.
En fín, como digo, saqué puras calificaciones de cero y me regresé a Tijuana tan campante. Yo todo lo que quería era tocar la guitarra eléctrica en un conjunto de Rrrrock! No me interesaban ni la Física, ni la Química, ni las Matemáticas, ni ninguna otra de ese tipo de idioteces.
Mi papá consiguió que me aceptaran de aprendiz de reportero en el periódico "El Heraldo", cuyo Director General era don Miguel Rascón.. El Heraldo ocupaba la planta alta del edificio localizado en la esquina nor-oriental de Avenida Revolución y Calle Primera. En la planta baja había una tienda de saldos propiedad del Sr. Murguía, papá de nuestro compañero de secundaria 'el Puñe', quien ahora es flamante diputado estatal por el PRI.
En El Heraldo me supervisaba el reportero estrella Ricardo Acevedo, quien me dijo que para triunfar en el periodismo se requería comer, dormir, soñar, pensar y cagar periodismo, pero yo solo quería tocar guitarra, como digo, y aunque me publicaron varias notas, que por ahi tengo los recortes, o lo mejor ya los perdí, andar entrevistando a burócratas corruptos nomás no me interesó.
Aparte de que pinches periodistas; hasta en mi estupor cannábico me daba cuenta de que siempre andaban bien pobretones, no traían ni pa' las tortas! así que mejor decidí que me iba a ir por el lado del Rrrrock, a ver si me sonreía la fortuna y compraba una mansión enseguida de la de John Lennon, para invitarlos a el y a la Yoko a una carne asada en mi patio. Yo pensaba agenciarme una novia inglesa de pelo gÜero largo que siempre trajera chamarra liváis, para que me ayudara con las tortillas y el guacamole.
Oh, Desilusión!, ja ja...
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