lunes, 31 de agosto de 2015

De las greñas donde el Doc See Me

ALGO comí anoche. Creo que fue la carne seca. Estaba tan blandita que ha de haber traído mas conservadores que carne. Desperté, tomé café y comencé a sentirme un poquito mareado. Necio, fui a desayunar al Sanborns y mientras comía sudaba que era una cosa; mis antebrazos dejaron la mesa mojada. Mi pañoleta estaba empapada de tanto enjugarme la cara y el cuello. Dejé el plato a medias y fui a pagar. El señor que estaba enfrente de mi tardaba horrores en terminar su transacción y la cajera se demoraba haciéndole indicaciones a una de las meseras. Yo, más y más nauseabundo. Pagué como pude y fui al baño a vomitar. Me sentí algo mejor, como suele suceder, pero no tenía las energías para irme caminando, asi que tomé un Libre. En la casa me quedé dormido con el ventilador puesto. Ha estado haciendo un calor infernal los últimos días.Varias horas después desperté otra vez y no me sentí del todo bien. Como nudos en el estómago. No pues, al Doc See Me. Es barato y rápido. La única cosa es que te retacan la receta de vitaminas y desinflamatorios, pero nomás hay que comprar el puro antibiótico y aguantarse como los buenos. Bueno, tu; porque yo tengo muchos anti-inflamatorios quedados de otras visitas al Doc. Eso sí; un suerito. Porque con estos calorones está cañón. Cuando llegué al consultorio habían dos personas, asi que yo fui el tercero. Al poco rato entró una travesti muy guapa con la mano en alto envuelta en un trapo sangriento y preguntó que quien era el último. Le dije que yo, pero que le cedía mi lugar porque lo suyo de veras era emergencia. Asintió agradecida. Y yo ahi con los retortijones. Lueguito entra una muchachita gordita con una toalla ceñida al cuerpo como que venía de alguna alberca; va y se mete por el pasillo hasta el baño como Juana en su casa. Cuando sale, al ver que me le quedo viendo emite una risita socarrona como que el ridículo era yo. Sale la gordita y vuelve entrar con otras dos gordas, probablemente una de ellas sería su mamá, y una bola de chamaquillos que empezaron a brincar como pulgas por la sala de espera del cosultorio. Un niño hasta movió la hilera de sillas en la cual yo estaba sentado, con sus brincos y jaloneos. La gordita bañista puso la tambora a todo volúmen en su teléfono. En fin, instalaron ahi su habitat como si estuvieran en la sala de su cocina. Luego la mamagorda, quien lucía una camiseta amarilla con el emblema de Batman, se recorrió hasta el asiento mas próximo al corredor indicando que ella era la siguiente. Me empezó a hervir la sangre y se me agrió el gesto. Pasarían otros quince minutos hasta que salió la travesti, probablemente le suturarían su dedito, y la Batigorda y yo nos paramos al mismo tiempo, pero la hice a un lado y me metí al consultorio. Dispénsame pero perdóname. Luego ya estando sentado yo, Batiesfera abrió la puerta y dijo que ella estaba primero, solo que se quedó afuera tomando el fresco, y que yo la empujé muy groseramente. El doctor bien sabía que esto no era cierto, porque él había entrado y salido un par de veces. Fue a la farmacia a por una vendas para curar a la travesti. Pues ya: qué le adolece señor. Le expliqué. Rapidito me llenó la receta, no serían ni cinco minutos, salí, vi un Libre y lo abordé. No quería quedarme un segundo mas en la cercanía de las gordas. Cuando paramos en otro Doc See Me a surtirla me di cuenta que había perdido la receta! Por apresurado no la alcancé a meter bien en la bolsa del pantalón. Pues a un tercer Doc See Me, porque en ese ya no había doctor, siendo Domingo y las nueve de la noche. Paramos en el See Me de las gordas a ver si encontraba la receta tirada en la banqueta, pero no. En el tercer See Me tenían la puerta abierta y una señora ya mayor, evidentemente la doctora, dijo que en un momento me atendería. Así fue. Tomó mis datos y dijo que me iba a recetar algo contra las amibas! Le dije seño, no tengo amibas. Fíjese que este es el tercer See Me a donde voy, y pero es que pus no me lo va usté a crer, pero perdí la receta. Decía Ciprofloxacina. Pues ya me llenó la receta como yo quería, muchas gracias cuanto fue, y agarré la burra rumbo a mi casa. Vaya aventura. Hice un coraje pero me desaburrí.

Utamadre: no es hasta la mañana siguiente que me vengo dando cuenta que nunca perdí la receta. La traía en la cartera.

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